Hemos callado y hemos escuchado. Hemos roto el tiempo. Hemos hundido las manos en la tierra y hemos sentido su latido. Nos hemos impregnado de las voces del viento y del silencio.
Y, desde los viñedos de altura, hemos dejado que el paisaje hable. Hemos obedecido el dictado genuino del Montsant. El rezo silente de la Cartuja.
Las voces de los hombres que, de generación en generación, han modelado las cepas. Las palabras áspero y auténticas de la tierra del Priorat. El suelo de pizarra y arcilla. La provocación de la garnacha.
Hemos tomado un trago del pasado para ganar el futuro. Somos almas de vino. Hechas de tierra, pensamientos y emociones. Un vínculo entre nuestros padres y nuestros hijos. El fruto de un tiempo y de un espacio. Un trago de vida.